martes, 22 de marzo de 2016

El topo (Tinker, tailor, soldier, spy) - Tomas Alfredson, 2011

Vi El Topo el día siguiente a su estreno en España. Recuerdo la ilusión con la que fui al cine, con mis padres. De aquella no le comenté a mi madre que era del mismo director de 'Déjame entrar' (digamos que no le entusiasmó la sensación de constante angustia a la que somete). La omisión funcionó, y la película no decepcionó.
Si tuviera que definir el cine de Tomas Alfredson, diría frío. En El Topo, la puesta en escena es opresiva, sí, aunque en menor medida que su predecesora. La angustia es una ligera sensación, latente, junto con una gélida alerta, lo que no quita que también haya luz y elegancia. La fotografía es un festín para los ojos. y la banda sonora, por Alberto Iglesias, una delicia. 
Sobre el reparto, poco hay que decir. Muchos de los 'grandes' del Reino Unido estaban presentes (John Hurt, Colin Firth, Mark Strong, Benedict Cumberbatch...), liderados por un excelente (como siempre) Gary Oldman. Este papel le valió una merecida nominación al Oscar al Mejor Actor en 2012. Cómo no, no se lo concedieron. Una verdadera lástima.
Permitidme el desahogo. Ésta es la cara que se me quedó cuando no le dieron el Oscar.
Los detractores de esta película subrayan la complejidad de la trama y su ritmo lento. Bien, si bien no me considero una experta lectora de John Le Carré, sí he terminado varias de sus obras, incluido el libro en el que se basa el guión, la historia es así. La acción fluye con detalle y  una lentitud por encima de la media (pero tampoco para hacer aspavientos). La violencia está dosificada con cuentagotas. Las relaciones personales se insinúan. El romance apenas se roza, y el desamor es sólo la sombra de una ausencia, de una traición proyectada sobre los personajes. 
Sobre la trama, a mí no me pareció tan complicada. Sólo hay que pensar un poquito. Soy de las que opinan que cuando se ve una película, ha de poner los cinco sentidos en ella. Alfredson no toma a la audiencia por tonta. Tal vez su error ha sido suponer que somos seres más o menos racionales, con cierta capacidad de reflexión. Para entretenerla no hace falta ser la chica más lista de la clase. ¿Tanto cuesta mantener la atención cuando nos privan de los dudosos estímulos de la acción por la acción? Sí, El Topo se mueve entre zonas de penumbra, obligándonos a leer entre líneas, sin llegar a ser una obra hermética. Eso, creo yo, no es un inconveniente, sino un gran mérito. 

martes, 15 de marzo de 2016

Deseo, peligro (Ang Lee, 2007)

Si bien en la entrada que dediqué a Deseando amar hice un alegato contra la tendencia del cine actual a ser excesivamente explícito, me encuentro ahora reseñando esta película, que, en lo que a imágenes se refiere, poco deja a la imaginación.
Todo comienza con un grupo de estudiantes de teatro, en la China ocupada por Japón a finales de los años 30. Son jóvenes, inocentes y patriotas, y sus obras, cómo no, ensalzan el espíritu nacional. Hasta ese punto, todo entra dentro de la "normalidad". Sin embargo, deciden ir más allá del escenario: planean asesinar al señor Yee, uno de los más poderosos colaboradores con los japoneses. Para ello, necesitan un cebo: la bonita Wong Chia Chi debe entrar en el círculo de amistades de su esposa y seducirlo. En este paso del teatro, el mundo de la infancia, a la vida real, no sólo fracasan, sino que terminan por asesinar a otra persona, en una escena de crudeza sin igual. Todos ellos han sacrificado su inocencia por nada, especialmente Kuang Yu Min (el líder), quien asestó el golpe mortal, y Wong Chia Chi, que se había visto forzada a mantener relaciones sexuales con el propósito de poder llevar a cabo su seducción. Las consecuencias son insoportables y el grupo se disuelve. 
Tres años más tarde, en Shangai, Kuang Yu Min se pone en contacto con ella, con la idea de volver a intentar cometer el asesinato,  respaldado esta vez por la Inteligencia de la resistencia china.
Tang Wei sobresale en su papel de protagonista, encarnando a la perfección la evolución de su Wong Chia Chi, su lucha interna por mantener el control y el impacto psicológico que llevar una doble vida tiene sobre ella. En el punto crítico de la operación, ¿a quién le debe lealtad? ¿A aquellos que la utilizan como un trozo de carne para acercarse al traidor, aquellos que le han causado tanto sufrimiento y por los que se siente abandonada? ¿O a él, él, que con cada encuentro se arrastra, abriéndose camino hacia su corazón como una serpiente? Qué palabras tan desesperadas, tan memorables. Y es que, como bien sabemos, los acontecimientos se precipitan sobre nosotros sin que apenas nos demos cuenta.
Él, Tony Leung, en un papel muy diferente al que acostumbra a interpretar, está a la altura del señor Yee, un hombre frío y despiadado, que se desenvuelve con siniestra elegancia. A veces llega incluso a resultar fascinante. ¡Peligro!
Una puesta en escena de belleza intachable y la hermosa banda sonora de mano de Alexandre Desplat completan el marco en el que se desenvuelve este, por momentos hipnótico, cuento cruel.

sábado, 12 de marzo de 2016

Deseando amar (Wong Kar-wai, 2000)

¿Dónde termina la emulación y comienza una verdadera implicación emocional? ¿Se puede jugar con fuego y evitar la quemadura? ¿Es posible trazar una línea infranqueable y dejar los sentimientos tras ella? ¿Tenemos control sobre su génesis?  ¿Hasta qué punto es posible mantener una relación a un nivel platónico, basada en la represión y la sublimación? 
Deseando amar es una de esas películas que, sin que te des cuenta, se instalan en tu memoria a través de la retina, para quedarse.

El argumento es sencillo, aún así, abruma la cercanía en su retrato de la naturaleza humana, frente a la fuerza inclemente del deseo. Chow y Su Li-Zhen viven en el mismo edificio. Los empleos de sus respectivos cónyuges les obliga a ausentarse, y, como consecuencia de ello y a repetidos encuentros fortuitos, cada vez pasan más tiempo juntos. Poco a poco se va forjando una amistad entre ellos. En un momento dado, descubren que sus parejas les son infieles. A partir de entonces deciden comportarse como los otros, como si ella fuera su esposa y él su marido. Actúan y hablan como si fueran ellos. ¿Son sólo conversaciones hipotéticas, fingidas? O, ¿acaso, a través de las máscaras de los adúlteros, están poniendo voz a sus propias emociones?

Todo esto se nos presenta a través de un magistral río de imágenes y música, que se convierte en el diálogo de algunas escenas. La fotografía, sublime en su juego de espejos, el manejo de la cámara lenta, la maestría de los espacios cerrados y el detallismo con el que retrata la vida cotidiana.
En este marco estéticamente intachable, los personajes se precipitan hacia una espiral de la que pocos pueden salir bien parados, en lo que lo importante es aquello que se oculta y sólo se intuye. No flaquean en su pacto (no rebajarse al nivel de sus cónyuges,"no podemos ser como los demás"), no se abandonan a sus sentimientos, lo que hace que estos se magnifiquen aún más. ¿Cómo soportar la tensión? Sus deseos son tan intensos que parece que puedes escuchar a los personajes dándoles forma y palabras; sin embargo, Wong Kar-wai los somete a una represión continua, con la ayuda de las cadenas de la Moral y la Racionalidad. ¿Hasta qué momento pueden dos adultos arriesgarse a dejar atrás toda la vida conocida, enfrentarse al "qué dirán", comportarse como extraños a sí mismos,  por mor de una pasión abocada a ser efímera? Somos adultos,¿no es así? Es posible mantener el control para evitar herirnos, ¿verdad?
No puede sino elogiarse las interpretaciones de Tony Leung (Chow) y Maggie Cheung (Su Li-Zhen). Él, elegante y comedido, tras cuyos ojos ruge una tempestad, cautiva, Después de esta película, se convirtió en uno de mis "eternos favoritos". Bien merecido Premio al Mejor Actor en Cannes. Ella no se queda atrás, exquisita en su sutileza.

Creo firmemente que Deseando amar es el tipo de drama que necesita nuestra generación, en la que reina la aceleración de acontecimientos y las escenas explícitas (no me refiero sólo a las de contenido sexual). Verbalizar y mostrar todo hace que la historia pierda su magia. Lo que se intuye tras el velo, la promesa imposible, lo prohibido, o lo que no nos permitimos alcanzar es, en cambio, una fuerza tan humana como arrasadora.