Tengo la sana costumbre de no hacer
demasiado caso a las críticas de cine. Añado que suele ser después de haber visto la
película cuando las leo. No me gusta ir desde el principio con ideas y
prejuicios sobre la cinta, porque creo que le resta encanto.
Hacía tiempo que quería ver El baile de la
Victoria, el dvd andaba por casa desde hacía varios meses y nunca encontraba el
momento de verla. Hasta el otro día. Y me alegro mucho de haber hecho caso
omiso a las críticas. Confieso que fueron dos nombres propios los que me animaron: Fernando Trueba (gran y más que reconocido director)
y Ricardo Darín. Este último está en mi lista de “actores favoritos de toda la
vida”, ¡me encanta, me entusiasma! (… ya está, ya lo dije).
El argumento es éste: Tras la dictadura chilena, el joven y entusiasta Ángel Santiago (Abel Ayala) y el famoso ladrón de cajas Nicolás Vergara Grey (Ricardo Darín) salen de la cárcel el mismo día, pero con propósitos diferentes. Ángel quiere dar un gran golpe y enriquecerse, además de vengarse del alcaide de la cárcel. Nicolás sólo desea limpiar su reputación y rehacer su vida junto a su familia. Ángel está decidido a llevar a cabo el robo junto con Vergara Grey, pero todo cambia cuando encuentra a Victoria, una joven huérfana y muda con un gran talento para la danza.
Mi opinión, lo siento, dista bastante de la de la mayoría del público y los críticos. Me pareció una buena película y, además, entretenida. Aunque cruda en muchos aspectos, posee una gran belleza. La fotografía, la ambientación y la estética en general están cuidadísimas. La banda sonora me pareció correcta. Todavía no entiendo cómo es posible que haya sido tan infravalorada y maltratada... (¿Será que hemos visto cintas diferentes?)
Abel Ayala se lleva casi toda la atención (es inevitable, no hay forma humana de hacer callar a su personaje, un pillo bonachón e ilusionado). Ricardo Darín, con un rol de co-protagonista, brinda una interpretación de calidad (como siempre, apostillo). Y por supuesto, muy bueno el baile de Miranda Bodenhöfer (un pelín contemporáneo para mi estilo -sí, para eso soy muy "pureta"-, pero eso no quita que haya hecho un buen trabajo).
Abel Ayala se lleva casi toda la atención (es inevitable, no hay forma humana de hacer callar a su personaje, un pillo bonachón e ilusionado). Ricardo Darín, con un rol de co-protagonista, brinda una interpretación de calidad (como siempre, apostillo). Y por supuesto, muy bueno el baile de Miranda Bodenhöfer (un pelín contemporáneo para mi estilo -sí, para eso soy muy "pureta"-, pero eso no quita que haya hecho un buen trabajo).