miércoles, 27 de abril de 2016

En terapia (temporada 1)

En terapia parte de una idea sencilla: acción a través de la palabra. Lo que se nos muestra es un diálogo continuo. La estructura de la narración nos acerca a la rutina de su protagonista, Paul Weston (Gabriel Byrne en todo su esplendor). Se repite una serie de cinco episodios. Cada uno se corresponde con un día de la semana, de lunes a viernes. De este modo podemos seguir la evolución de cuatro de sus pacientes, y la suya propia. 
Al principio, pensé que seguramente se me haría pesada y que me cansaría tras dos o tres episodios. Eso me fue exactamente lo que me ocurrió hace tres años, cunando intenté verla por primera vez. Tal vez de aquella no estaba preparada para este tipo de entretenimiento. Tal vez tampoco ayudó demasiado el hecho de que la vi doblada al castellano. Esta vez la vi en versión original, y la diferencia es palpable. Hay quien dirá que sólo son detalles, pero creo que esta cuestión es importante, si se tiene en cuenta el carácter dialéctico de la acción. 
Consideraciones sobre el idioma a parte, el gancho de la serie, al menos en esta temporada, es ver cómo el trabajo de Paul va invadiendo su vida privada, y las consecuencias que ello acarrea (o, como reza el dicho, en casa del herrero, cuchillo de palo). ¡Dame drama! Además, la complejidad de los personajes y que sus historias se vayan revelando poquito a poquito, sesión a sesión, mantiene el misterio, y con ello, el interés. Tanto, en mi caso, que hice el mayor "binge-watch" de mi vida. 
En fin, esta temporada me ha dejado una muy buena impresión. Cuando termine de ver la segunda (ya estoy en ello), comentaré qué me ha parecido. 

sábado, 23 de abril de 2016

Hannibal (NBC)

Quien me conozca personalmente sabe que si alguien se arriesgara a preguntarme por alguna serie de televisión, la conversación gravitaría sobre la afirmación vehemente "¡Hannibal! Deberías ver Hannibal, en serio". Puede que recomendara otras, por amor a la variedad, pero, irremediablemente, terminaría por reiterar la absoluta importancia de ver Hannibal.

Sobre esta serie se han escrito ríos de tinta. Si bien la audiencia nunca alcanzó grandes índices (lo que llevó a su cancelación tras la tercera temporada), la crítica siempre ha sido extremadamente favorable con ella y, además, cuenta con uno de los fandoms más activos y salvajes de la red. Yo también quiero alimentar a este monstruo mediático con mi modesto análisis. Os presento "por qué es buena idea parar todo lo que estéis haciendo (o casi) para ver Hannibal":

1. La trama. El desarrollo de la acción puede parecer lento, incluso medianamente sencillo, al principio. Pronto, si no nos rendimos tras los dos primeros capítulos, nos damos cuenta de la magnitud y complejidad que puede llegar a adquirir la trama (y creedme cuando digo que la adquiere).
2. La estética. Unas veces horroriza y otras deleita. Lo bello y lo siniestro van de la mano. No son sino dos caras de la misma moneda.  En cierto modo, es sublime, si se considera como un todo. Desde las macabras (y desagradables al extremo) escenas del crimen, al barroquismo inquietante del mismo doctor Lecter y todo lo que le rodea. La naturaleza es especialmente relevante en la primera temporada. Aquí hay que tener en cuenta todo el simbolismo centrado en el mito del wendigo (ligado a ciertos fenómenos de psicosis relacionada con el canibalismo). Esto nos lleva, por asociación de ideas, a Algernon Blackwood (autor de El Wendigo). La primera temporada bebe, en cierto sentido, de la herencia de ese horror atmosférico, y crea un escenario perfecto para la caída de Will a los infiernos. Durante la segunda, se mantiene, si bien el barroquismo se hace más presente. Esa tendencia alcanza su cumbre en la tercera temporada, que en este sentido (y sólo en este sentido) parece sacada de un cuento de hadas, sobre todo la parte que transcurre en Florencia.
3. Los personajes y las relaciones que se crean entre ellos. Aquí cobra protagonismo la relación entre Will y Hannibal, uno de los ganchos de la serie. Tóxica. Abusiva. Interdependiente. Menos mal que sólo es una relación médico-paciente. ¿O sólo tienen conversaciones? Sin duda, casi llega a monopolizar la atención del público.También se nos muestran (convenientemente) otras relaciones que establece Hannibal con los demás personajes, a destacar Abigail Hobbs (quasi especie de hija subrogada), su psiquatra, la doctora Du Maurier (puede que de los más interesantes, aunque cobre relevancia con el tiempo), Alana Bloom o Jack Crawford. Todos ellos están bien delineados, aunque cuentan con ciertas notas de indefinición que les permite "adaptarse, evolucionar, convertirse". No están cerrados a la influencia de las circunstancias (lo que suele ser sinónimo del influjo que Hannibal ejerce sobre ellos).
4. El reparto. Por el blog hay una entrada dedicada a La Caza, de Thomas Vinterberg. Si no me equivoco, califiqué la actuación de Mads Mikkelsen de impresionante. Aquí ofrece un Hannibal exquisito, en cierto modo comedido y al acecho. A Will Graham lo encarna Hugh Dancy. Puedes sentir su sufrimiento y confusión, su decadencia y cambio. Una actuación sin tacha. Entre otros, destacan Lawrence Fishburne (The Matrix) como Jack Crawford, Michael Pitt (Funny Games) como Mason Verger, Richard Armitage (El Hobbit) como Francis Dolarhyde o Gillian Anderson (Expediente X) como Bedelia du Maurier.
Podría seguir con esto todo el día, pero creo que lo mejor será que deje la entrada aquí. ¡Suficiente por hoy!  No sé si habré convertido a mucha gente a la causa, pero me he quedado bien satisfecha.

viernes, 15 de abril de 2016

Insomnium - Shadows of the dying Sun

Tal vez éste sea uno de mis discos favoritos. Me cuesta imaginar que el death metal melódico pueda ir mucho más allá, aunque pensé lo mismo con el disco anterior de este grupo, One for sorrow. Craso error. Insomnium siempre sorprenden, y lo hacen en el buen sentido. 
Con Shadows of the dying Sun, su sonido se ha vuelto más asequible y eso, al menos creo yo, es algo a agradecer. Las melodías, que cada vez tienen un aire más etéreo (sin olvidar la agresividad consustancial al género), mesmerizan. Al mismo tiempo, muchos de los temas, en su inmersiva progresión, pueden alcanzar cimas que bien podrían definirse como épicas. Eso sí, aquí no hay nada artificioso ni recargado. No encontraremos aditivos, como grandes coros, orquestaciones, o elementos folk, lo que le confiere una cualidad de pureza e inmediatez. Las letras se centran en la angustia de la existencia y en el hecho de decidir, la brevedad de la vida y el sentimiento de orfandad bajo un cielo en el que no hay más que estrellas, entre otros temas, PERO... Hay un gran pero aquí, y es que, entre todo ello, reina un sentimiento de que hay luz, si bien ésta no es explícita. A pesar de todo ese existencialismo que envuelve al disco, éste no nos deja precipitarnos a la desesperación absoluta. Interpreto que esa luz es la búsqueda de conocimiento, y nuestra libertad para hacer que esa vida efímera cuente. Al menos, es la sensación que me invade cada vez que escucho este álbum. 
Si tuviera que destacar algunos temas, mencionaría The Primeval Dark, While we sleep, Ephemeral, The River, la "bonus" Out to the Sea o The Promethean Song. Es precisamente esta última la que más me ha impresionado.
En fin, aquí tenemos una verdadera maravilla, que recomiendo sin reservas.

martes, 12 de abril de 2016

El reino de los cielos (Ridley Scott, 2005 )

Antes de nada, me gustaría aclarar que en esta reseña me refiero a la versión del corte del director, no a la cinematográfica (nunca me canso de repetir esto). ¿Por qué? Porque la película cambia totalmente. Pero... ¡son tres horas! Exactamente. Tres horas, enteras y verdaderas. Os aseguro que merece la pena. En cambio, si una ve la versión cinematográfica, aunque sea más corta, acaba sintiendo que ha perdido el tiempo.
¿Por qué El reino de los cielos? Desde un punto de vista meramente formal, la ambientación y la fotografía son absolutamente inmersivas. Desde los planos austeros y fríos que retratan de la Francia medieval a la riqueza de los palacios de Jerusalén o el ejército de Saladino. La banda sonora, por Harry Gregson-Williams tiene algo de mágico.
Lo que más me atrae de esta película es que es una obra completamente moral, si bien el tratamiento que se confiere a la religión es neutral. Es un cuento sobre la tolerancia, el libre albedrío y la fidelidad a un ideal ético (que recuerda en cierto sentido a la ciudad de dios de San Agustín); un cuento sobre la posibilidad de construir, en paz, un lugar, como ese adagio que tan presente está en nuestra Unión Europea actual, "unidos en nuestras diferencias". El problema es que los personajes son seres humanos, y como tales, ceden ante otras influencias, alejadas de esos principios tan trascendentes. Un reino de conciencia o nada, por usar las palabras del protagonista (retratado como el perfecto caballero), que no permite recurrir a la fórmula del mal menor, es algo que se derrumba por su propio peso. La danza entre extremos y el deseo de poder, camuflado tras una máscara de fe no pueden llevar sino a su colapso.
Sobre el reparto, sólo comentar que es intachable. Liam Nesson, Jeremy Irons, Edward Norton y David Thewlis acompañan a Balian de Ibelin, interpretado por Orlando Bloom. Este último nunca fue santo de mi devoción, pero hay que reconocer que aquí ha hecho un trabajo sólido y creíble. Eso sí, quien más impresiona es Eva Green como Sybilla; una fuerza arrolladora que roba el protagonismo en cada una de sus apariciones.
En mi opinión, El reino de los cielos, en su versión extendida, es una joyita que se sitúa a la altura de las que se consideran las mejores películas de Ridley Scott. Sobra decir que está en mi lista de favoritas. Espero que os animéis a darle una oportunidad.

martes, 22 de marzo de 2016

El topo (Tinker, tailor, soldier, spy) - Tomas Alfredson, 2011

Vi El Topo el día siguiente a su estreno en España. Recuerdo la ilusión con la que fui al cine, con mis padres. De aquella no le comenté a mi madre que era del mismo director de 'Déjame entrar' (digamos que no le entusiasmó la sensación de constante angustia a la que somete). La omisión funcionó, y la película no decepcionó.
Si tuviera que definir el cine de Tomas Alfredson, diría frío. En El Topo, la puesta en escena es opresiva, sí, aunque en menor medida que su predecesora. La angustia es una ligera sensación, latente, junto con una gélida alerta, lo que no quita que también haya luz y elegancia. La fotografía es un festín para los ojos. y la banda sonora, por Alberto Iglesias, una delicia. 
Sobre el reparto, poco hay que decir. Muchos de los 'grandes' del Reino Unido estaban presentes (John Hurt, Colin Firth, Mark Strong, Benedict Cumberbatch...), liderados por un excelente (como siempre) Gary Oldman. Este papel le valió una merecida nominación al Oscar al Mejor Actor en 2012. Cómo no, no se lo concedieron. Una verdadera lástima.
Permitidme el desahogo. Ésta es la cara que se me quedó cuando no le dieron el Oscar.
Los detractores de esta película subrayan la complejidad de la trama y su ritmo lento. Bien, si bien no me considero una experta lectora de John Le Carré, sí he terminado varias de sus obras, incluido el libro en el que se basa el guión, la historia es así. La acción fluye con detalle y  una lentitud por encima de la media (pero tampoco para hacer aspavientos). La violencia está dosificada con cuentagotas. Las relaciones personales se insinúan. El romance apenas se roza, y el desamor es sólo la sombra de una ausencia, de una traición proyectada sobre los personajes. 
Sobre la trama, a mí no me pareció tan complicada. Sólo hay que pensar un poquito. Soy de las que opinan que cuando se ve una película, ha de poner los cinco sentidos en ella. Alfredson no toma a la audiencia por tonta. Tal vez su error ha sido suponer que somos seres más o menos racionales, con cierta capacidad de reflexión. Para entretenerla no hace falta ser la chica más lista de la clase. ¿Tanto cuesta mantener la atención cuando nos privan de los dudosos estímulos de la acción por la acción? Sí, El Topo se mueve entre zonas de penumbra, obligándonos a leer entre líneas, sin llegar a ser una obra hermética. Eso, creo yo, no es un inconveniente, sino un gran mérito. 

martes, 15 de marzo de 2016

Deseo, peligro (Ang Lee, 2007)

Si bien en la entrada que dediqué a Deseando amar hice un alegato contra la tendencia del cine actual a ser excesivamente explícito, me encuentro ahora reseñando esta película, que, en lo que a imágenes se refiere, poco deja a la imaginación.
Todo comienza con un grupo de estudiantes de teatro, en la China ocupada por Japón a finales de los años 30. Son jóvenes, inocentes y patriotas, y sus obras, cómo no, ensalzan el espíritu nacional. Hasta ese punto, todo entra dentro de la "normalidad". Sin embargo, deciden ir más allá del escenario: planean asesinar al señor Yee, uno de los más poderosos colaboradores con los japoneses. Para ello, necesitan un cebo: la bonita Wong Chia Chi debe entrar en el círculo de amistades de su esposa y seducirlo. En este paso del teatro, el mundo de la infancia, a la vida real, no sólo fracasan, sino que terminan por asesinar a otra persona, en una escena de crudeza sin igual. Todos ellos han sacrificado su inocencia por nada, especialmente Kuang Yu Min (el líder), quien asestó el golpe mortal, y Wong Chia Chi, que se había visto forzada a mantener relaciones sexuales con el propósito de poder llevar a cabo su seducción. Las consecuencias son insoportables y el grupo se disuelve. 
Tres años más tarde, en Shangai, Kuang Yu Min se pone en contacto con ella, con la idea de volver a intentar cometer el asesinato,  respaldado esta vez por la Inteligencia de la resistencia china.
Tang Wei sobresale en su papel de protagonista, encarnando a la perfección la evolución de su Wong Chia Chi, su lucha interna por mantener el control y el impacto psicológico que llevar una doble vida tiene sobre ella. En el punto crítico de la operación, ¿a quién le debe lealtad? ¿A aquellos que la utilizan como un trozo de carne para acercarse al traidor, aquellos que le han causado tanto sufrimiento y por los que se siente abandonada? ¿O a él, él, que con cada encuentro se arrastra, abriéndose camino hacia su corazón como una serpiente? Qué palabras tan desesperadas, tan memorables. Y es que, como bien sabemos, los acontecimientos se precipitan sobre nosotros sin que apenas nos demos cuenta.
Él, Tony Leung, en un papel muy diferente al que acostumbra a interpretar, está a la altura del señor Yee, un hombre frío y despiadado, que se desenvuelve con siniestra elegancia. A veces llega incluso a resultar fascinante. ¡Peligro!
Una puesta en escena de belleza intachable y la hermosa banda sonora de mano de Alexandre Desplat completan el marco en el que se desenvuelve este, por momentos hipnótico, cuento cruel.

sábado, 12 de marzo de 2016

Deseando amar (Wong Kar-wai, 2000)

¿Dónde termina la emulación y comienza una verdadera implicación emocional? ¿Se puede jugar con fuego y evitar la quemadura? ¿Es posible trazar una línea infranqueable y dejar los sentimientos tras ella? ¿Tenemos control sobre su génesis?  ¿Hasta qué punto es posible mantener una relación a un nivel platónico, basada en la represión y la sublimación? 
Deseando amar es una de esas películas que, sin que te des cuenta, se instalan en tu memoria a través de la retina, para quedarse.

El argumento es sencillo, aún así, abruma la cercanía en su retrato de la naturaleza humana, frente a la fuerza inclemente del deseo. Chow y Su Li-Zhen viven en el mismo edificio. Los empleos de sus respectivos cónyuges les obliga a ausentarse, y, como consecuencia de ello y a repetidos encuentros fortuitos, cada vez pasan más tiempo juntos. Poco a poco se va forjando una amistad entre ellos. En un momento dado, descubren que sus parejas les son infieles. A partir de entonces deciden comportarse como los otros, como si ella fuera su esposa y él su marido. Actúan y hablan como si fueran ellos. ¿Son sólo conversaciones hipotéticas, fingidas? O, ¿acaso, a través de las máscaras de los adúlteros, están poniendo voz a sus propias emociones?

Todo esto se nos presenta a través de un magistral río de imágenes y música, que se convierte en el diálogo de algunas escenas. La fotografía, sublime en su juego de espejos, el manejo de la cámara lenta, la maestría de los espacios cerrados y el detallismo con el que retrata la vida cotidiana.
En este marco estéticamente intachable, los personajes se precipitan hacia una espiral de la que pocos pueden salir bien parados, en lo que lo importante es aquello que se oculta y sólo se intuye. No flaquean en su pacto (no rebajarse al nivel de sus cónyuges,"no podemos ser como los demás"), no se abandonan a sus sentimientos, lo que hace que estos se magnifiquen aún más. ¿Cómo soportar la tensión? Sus deseos son tan intensos que parece que puedes escuchar a los personajes dándoles forma y palabras; sin embargo, Wong Kar-wai los somete a una represión continua, con la ayuda de las cadenas de la Moral y la Racionalidad. ¿Hasta qué momento pueden dos adultos arriesgarse a dejar atrás toda la vida conocida, enfrentarse al "qué dirán", comportarse como extraños a sí mismos,  por mor de una pasión abocada a ser efímera? Somos adultos,¿no es así? Es posible mantener el control para evitar herirnos, ¿verdad?
No puede sino elogiarse las interpretaciones de Tony Leung (Chow) y Maggie Cheung (Su Li-Zhen). Él, elegante y comedido, tras cuyos ojos ruge una tempestad, cautiva, Después de esta película, se convirtió en uno de mis "eternos favoritos". Bien merecido Premio al Mejor Actor en Cannes. Ella no se queda atrás, exquisita en su sutileza.

Creo firmemente que Deseando amar es el tipo de drama que necesita nuestra generación, en la que reina la aceleración de acontecimientos y las escenas explícitas (no me refiero sólo a las de contenido sexual). Verbalizar y mostrar todo hace que la historia pierda su magia. Lo que se intuye tras el velo, la promesa imposible, lo prohibido, o lo que no nos permitimos alcanzar es, en cambio, una fuerza tan humana como arrasadora.