En terapia parte de una idea sencilla: acción a través de la palabra. Lo que se nos muestra es un diálogo continuo. La estructura de la narración nos acerca a la rutina de su protagonista, Paul Weston (Gabriel Byrne en todo su esplendor). Se repite una serie de cinco episodios. Cada uno se corresponde con un día de la semana, de lunes a viernes. De este modo podemos seguir la evolución de cuatro de sus pacientes, y la suya propia.
Al principio, pensé que seguramente se me haría pesada y que me cansaría tras dos o tres episodios. Eso me fue exactamente lo que me ocurrió hace tres años, cunando intenté verla por primera vez. Tal vez de aquella no estaba preparada para este tipo de entretenimiento. Tal vez tampoco ayudó demasiado el hecho de que la vi doblada al castellano. Esta vez la vi en versión original, y la diferencia es palpable. Hay quien dirá que sólo son detalles, pero creo que esta cuestión es importante, si se tiene en cuenta el carácter dialéctico de la acción.
Consideraciones sobre el idioma a parte, el gancho de la serie, al menos en esta temporada, es ver cómo el trabajo de Paul va invadiendo su vida privada, y las consecuencias que ello acarrea (o, como reza el dicho, en casa del herrero, cuchillo de palo). ¡Dame drama! Además, la complejidad de los personajes y que sus historias se vayan revelando poquito a poquito, sesión a sesión, mantiene el misterio, y con ello, el interés. Tanto, en mi caso, que hice el mayor "binge-watch" de mi vida.
En fin, esta temporada me ha dejado una muy buena impresión. Cuando termine de ver la segunda (ya estoy en ello), comentaré qué me ha parecido.